tecnología, educación y subjetividad

Tecnologías para el recuerdo o cuando no hay lugar para el olvido

“Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre ha muerto) con una oscura pasionaria en la mano, viéndola como nadie la ha visto, aunque la mirara desde el crepúsculo del día hasta el de la noche, toda una vida entera…”

foto de Borges

Así comienza “Funes el memorioso” de Jorge Luís Borges que hoy como diría el poeta que hoy me vino al recuerdo al leer MyLifeBits: ¿A quién le pertenecen los recuerdos de Gordon Bell? en Ciberescrituras . Resulta que un buen hombre:

“el científico Gordon Bell a sus 71 años, ha decidido colgarse al cuello una cámara digital que saca una foto cada minuto para registrar todos sus recuerdos en un soporte digital. Todas sus conversaciones van a ser grabadas, sus encuentros, los momentos en que se mira al espejo y ve un trozo de espinaca entre sus dientes, cuando va al baño, cuando se hurga la nariz, cuando elabora y verbaliza una idea..” dentro de un proyecto:

Bell, uno de los más resaltantes investigadores de Microsoft, involucrado en el proyecto “million book” de Microsoft, comenzó a escanear todo documento, libro, cuaderno o papelito que tenía en su casa, hasta que se le ocurrió que, dado que no podía escanear sus recuerdos, podía, al menos, grabar lo que viviera de ese momento en adelante y es así como a sus 71 años se convierte en protagonista de esta experiencia.”

No pude evitar después de leer las reflexiones de Juliana sobre de quien son los recuerdos continuar esta conversación preguntándome si en realidad son recuerdos, estos suplementos tecnológicos de la memoria que por definición olvida para poder seguir viviendo. Para que lo nuevo tenga un lugar, para que lo nuevo pueda ser vivido.

Y vuelvo a Borges en su magnifico final del cuento, donde después de describir todas las hazañas de la memoria de Funes remata:

“…Le era muy difícil dormir. Dormir es distraerse del mundo; Funes, de espaldas en el catre, en la sombra, se figuraba cada grieta y cada moldura de las casas precisas que lo rodeaban. (Repito que el menos importante de sus recuerdos era más minucioso y más vivo que nuestra percepción de un goce físico o de un tormento físico.) Hacia el Este, en un trecho no amanzanado, había casas nuevas, desconocidas. Funes las imaginaba negras, compactas, hechas de tiniebla homogénea; en esa dirección volvía la cara para dormir. También solía imaginarse en el fondo del río, mecido y anulado por la corriente.
Había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el latín. Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos. La recelosa claridad de la madrugada entró por el patio de tierra.
Entonces vi la cara de la voz que toda la noche había hablado. Ireneo tenía diecinueve años; había nacido en 1868; me pareció monumental como el bronce,
más antiguo que Egipto, anterior a las profecías y a las pirámides. Pensé que cada una de mis palabras (que cada uno de mis gestos) perduraría en su
implacable memoria; me entorpeció el temor de multiplicar ademanes inútiles.

Ireneo Funes murió en 1889, de una congestión pulmonar.”

Leer artículo en Ciberescrituras

Leer Funes el Memoriso de Borges

Share and Enjoy: These icons link to social bookmarking sites where readers can share and discover new web pages.
  • MisterWong
  • Y!GG
  • Webnews
  • Digg
  • del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
Share

Leave a Reply

Powered by Wordpress | Designed by Elegant Themes