tecnología, educación y subjetividad

De lecturas y mundos virtuales

En los última semana una serie de artículos en Moebius, generaron comentarios y enlaces desde otros blogs, de un modo mucho mayor que el normal. Tanto el tema de la lectura como el de Second Life, parecen a priori pertenecer a unos universos temáticos diferentes. Sin embargo ambos hablan de lo mismo, o acaso la lectura no es una producción de mundos virtuales, de espacios lúdicos, en amplio sentido del termino. Al recibir el premio Principe de Asturias Paul Auster, apuntó a esta línea:

Nos hacemos mayores, pero no cambiamos. Nos volvemos más refinados, pero en el fondo seguimos siendo como cuando éramos pequeños, criaturas que esperan ansiosamente que les cuenten otra historia, y la siguiente, y otra más. Durante años, en todos los países del mundo occidental, se han publicado numerosos artículos que lamentan el hecho de que se leen cada vez menos libros, de que hemos entrado en lo que algunos llaman la “era posliteraria”. Puede que sea cierto, pero de todos modos no ha disminuido por eso la universal avidez por el relato. Al fin y al cabo, la novela no es el único venero de historias. El cine, la televisión y hasta los tebeos producen obras de ficción en cantidades industriales, y el público continúa tragándoselas con gran pasión. Ello se debe a la necesidad de historias que tiene el ser humano. Las necesita casi tanto como el comer, y sea cual sea la forma en que se presenten “en la página impresa o en la pantalla de televisión”, resultaría imposible imaginar la vida sin ellas.

Leer una novela implica poner en marcha un proceso de identificación con los personajes, vivir con ellos la aventura y desventura. Tomar prestado por un rato otras vidas, y vivirlas. Cuando estamos ante un gran escritor el espacio se construye y uno disfruta y padece con la historia. Cuando Auster comienza Brooklyn Follies: “Estaba buscando un sitio tranquilo para morir. Alguien me recomendó Brooklyn.”, yo necesito ser Nat, deambular por la ciudad, “comprar” esa vida para vivirla en el espacio de este libro. También fui  Jim Nash en “La música del azar”: “Durante un año no hizo otra cosa que conducir, viajar de acá para allá por los Estados Unidos mientras esperaba a que se le acabara el dinero”.

Este mecanismo de permitirme ser otro, cuando funciona alcanzamos la inmersión, todo un mundo se detiene y otro mundo se abre para vivirlo. La identificación y el placer de prestarnos al juego, solo en los buenos libros se logra. El placer del texto, como aquel titulo de Barthes, se llega cuando me permito una zona de yo y no yo. Un territorio transitado por todo el arte. Deambular por una novela o por Second Life, funcionara si hay placer, si se pone en marcha un mecanismo donde me desdoblo y me permito ser otro. Cuando esto no funciona transitamos letras y vagabundeamos por mundos virtuales, mirando desde afuera, como espectadores de vidas ajenas.

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