tecnología, educación y subjetividad

Ese oscuro objeto de deseo, llamado libro

Me sumerjo y me agrego a una conversación intertextual imperdible entre Juliana de Ciberescrituras y Scolari en el post “Algunas claves para entender el futuro del libro y la lectura (a partir de una lectura de Carlos Scolari)” discutiendo La crisis de la lectura… hacia una educación sin libros?

El futuro del libro y particularmente el uso de los universitarios de esa “cosa que llamamos libro” esta asociada también a las practicas derivadas de un circuito autor, lector, librerías y actividad docente, y es evidente que hay una crisis de la mirada que teníamos hace unos años del proceso. Esta semana de cierre de año en la universidad, siempre sirve a las cátedra de balance y perspectiva de la tarea docente del 2007, en las tres reuniones que he asistido se repitió el tema del uso del material, los libros, las fotocopias, la cantidad de lecturas que deberían formar parte de la propuesta de cátedra.

En 1997 en “Textos, tramas y dígitos” escribí:

“Es importante preguntarse cuando se habla del fin del libro, a qué aspectos de este objeto se refiere: si al texto como elemento o al soporte. En muchos autores esto no aparece claro. El libro como producto cultural establece un modo de operar sobre el tiempo y el espacio. Carla Hesse, nos dice “El libro es una forma lenta de intercambio. Es un modo de temporalidad que concibe la comunicación pública no como acción sino como reflexión. De hecho el libro sirve para retrasar la acción, para acrecentar la diferencia temporal entre pensamiento y acción…”. En esta diferencia de temporalidad, Hesse ubicará un espacio para la reflexión y el debate.

Si nos remitimos a Marcel Proust, este autor diría que el libro es un punto de apoyo para crear espacio a partir del tiempo. Si seguimos la línea de Hesse y Proust, la pregunta sería sobre qué tipo de operación sobre el tiempo y el espacio se realizan con los textos digitales; qué tipo de continuidad y de discontinuidad se nos presenta. Michel De Certeau nos acerca una idea de la necesidad de identificar los elementos al hablar de la relación entre lectura y texto, “…la lectura es el espacio producido por la práctica del lugar que constituye un sistema de signos: un relato.”

La “lentitud del libro” y la producción de un espacio-tiempo, parece ser la clave del cambio, donde las nuevas generaciones están formadas en otra noción de especialidad y velocidad, que hacen que los fragmentos sean lo natural y las fotocopias son dosis de un autor.

Cualquiera de lo autores académicos, aquellos portadores, de los “grandes relatos”, son complejos, contradictorios, cambiantes a lo largo de su obra, e incluso al interior de un mismo libro. Los docentes formados en otra época, conocen estos vericuetos, pero al utilizar solo una parte de ellos, dejan en su “oralidad” la articulación. Las nuevas camadas docentes que han crecido con las fotocopias, no tienen una visión ni articulada ni profunda de los autores y aun no queriéndolo participan de esta práctica de destripar los textos.

Cuando en 1988 comencé como ayudante alumno a dictar clases de Introducción al pensamiento científico, la bibliografía estaba compuesta de textos principales y los textos que el autor original mencionaba o criticaba. Porque así me forme, recuerdo un profesor que tenía un pensamiento crítico con respecto a las concepciones de Popper, sin embargo leíamos Popper para entender la crítica. Lo mismo sucedía con Lacan, al que solo se lo puede abordar, recorriendo los autores con los que dialoga y modifica, para dar dos ejemplos.

Con el paso del tiempo y los cambios subjetividad de las nuevas generaciones, muchos docentes terminan reduciendo el material complementario, quitando la base desde donde discute los autores, y brindando solo “ráfagas de un pensamiento”. El argumento de la no lectura, de los cambios de la apropiación del conocimiento, encuentra en muchos casos, una reducción defensiva del material, a costa sin duda de sacrificar lo conceptual.

El gran desafió es trabajar con los nuevos medios, para reinstalar las preguntas fundamentales, en la formación académica, y hacer de puente entre el alumno y lo conceptual. Por eso la discusión del futuro del libro puede tornarse banal o melancólica, sino comprendemos que no estamos discutiendo un soporte sino la apropiación de conocimiento y vale la advertencia de Víctor Hugo: ““los cementerios se llenan con lo que le llevamos”.

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Sin comentarios to “Ese oscuro objeto de deseo, llamado libro”

  1. Juliana dice:

    Vaya que se pone interesante la discusión. Creo que hay varias distinciones importantes en lo que escribes que apuntan a lo que no está en el texto de Scolari, me refiero al hecho de recordar que el libro es un eslabón dentro de un circuito de producción en el que el autor (productor) no es otra cosa que un transmisor de conocimiento pero que ese discurso pasa por una cadena hasta llegar a las univeridades y a los lectores. Interesante, por cierto, el lapsus de “olvidar” el rol del editor y de la producción editorial, el sólo amerita unos buenos trabajos.
    Anoto como 6 puntos para un post de respuesta, por lo pronto queria darte las gracias por este comentario, cuando tenga más lucidez, me extiendo en Ciberescrituras.

    Un beso

  2. Carlos Neri dice:

    Es cierto el olvido del rol del editor, lo que pasa que estaba pensando en el anti-editor pero editor a la vez que genera la fotocopias. En su rol de copia tambien hace uso de elementos paratextuales, muchas veces, mas por su ausencia, como es no fotocopiar la tapa de los libros. Algunas fotocopiadoras, dan un paso mas y en su “ilegalidad” compilan y articulan
    Pero es cierto el papel del editor unviersitario, que es donde apunte mi comentario, esta ausente, pero el solo mereciria un post porque podria recuperar con ediciones pequeñas y a bajo costo, el rol que hoy ocupan las fotocopias.

  3. Juliana dice:

    Creo que es una veta en la que podríamos trabajar como editores… Es todo un reto…

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